martes, 6 de septiembre de 2011

La política nuestra de cada día

POLÍTICA NUESTRA DE CADA DÍA

La sensación de que  el gobierno actual y lo mismo los anteriores, no definen rumbos ni precisan objetivos deja poco margen para  equivocarse y por lo tanto, me arriesgo a afirmar que, no se ve el resultado de la  Directiva que marca a las instituciones del Estado, su accionar político y estratégico, y que deben ser como consecuencia, de una visión enmarcada por  nuestra realidad histórica pasada, presente y futura.

Que no existe política ni Directiva es la duda; Cuando se tantea entre correligionarios y amigos, lo vemos con frecuencia, y los juramentos se convierten en la rutina de levantar una mano y decir “Juro”: Entonces, el juramento se convierte en un gran engaño para las expectativas del pueblo. Sería mejor que los ministros y autoridades sean designados por periodo de prueba y, luego de un tiempo sean confirmados, y recién en esa oportunidad se les tome el juramento. Talvez para ello, sea necesario enmendar algún artículo de la ley o hacer lo más común y más fácil, interpretarlo.

Es cierto, ya no causa ninguna sorpresa los cambios de ministros y autoridades castrenses, es que elegir bien, o al mejor, no es nada fácil; y que lo diga el pueblo. Ahora mismo, que ya se anuncian de nuevo las elecciones, ¿Puede alguien decir si ya sabe que tiene a quien elegir o por los menos un candidato? Ni los políticos saben. El que sabe es un líder, porque el líder sabe lo que quiere y tiene proyectos, planes y objetivos, y eso es lo que nos vemos en los nuestros. Todo hablan de alianza y de concertaciones para intentar llegar al poder y cuando llegan, porque alguien siempre llega, comienzan  las verdaderas luchas por el poder.

Es una debilidad de la clase política,  solo quieren llegar al poder, o por los menos ganar espacio de poder para ser nada, porque tener la oportunidad de luchar por las causas justas y no hacerlo es sencillamente, ser nada.
Afirmaba al comienzo de estas reflexiones que el gobierno pareciera no tener Política cierta para las instituciones del Estado, ni las Directivas, que deben orientar el accionar de los responsables en las funciones públicas, como los ministerios y otras direcciones del primer nivel en la estructura del Estado. Porque si existieran dichas Directivas, no habría cambios frecuentes ni ministros negligentes, podrían talvez existir los más dinámicos y los más lerdos pero en todos los casos, no se generarían las incertidumbres que tan mal hace a la nación, y porque presenta al Estado con una imagen de debilidad, especialmente, cuando tiene que negociar los asuntos de interés nacional. En otra palabra, con  ausencia de soberanía.

En el ámbito militar, la incapacidad para comandar, conspira contra la frágil institucionalidad, y porque  los comandantes pierden autoridad cuando no saben  si por los menos van a completar   el tiempo requerido en sus respectivos cargos, hasta a veces generan murmuraciones entre los inmediatos subordinados cuando surgen las voces subterráneas que podrían decir: “Tranquilos no se calienten tanto por las órdenes ya en cualquier momento este se va ir”. Esto dicho en nuestra lengua vernácula sería mucho más expresivo. Entonces, puede dar lugar a que surjan actos desde la indisciplina que luego se traduce en una desmotivación por el esfuerzo profesional y hasta puede afectar la moral, valor existencial de las Fuerzas Armadas.

La inseguridad es otra consecuencia de la debilidad institucional. Esto es más grave porque no es la consecuencia de la ineficacia de alguna institución en especial sino de todo el sistema.
La inseguridad en otra palabra, se genera en el propio gobierno. Cuando más inseguro el accionar gubernamental que se da a  veces por la ambigüedad o falta de coherencia de sus propias decisiones y otras veces, porque no ejerce ni siquiera procura ejercer algún liderazgo que motive una causa, en los diferentes sectores partidarios y grupos ideológicos, entonces lo que  aparece es el caos político.
En un país como el nuestro, que no entiende y le cuesta aprender de la libertad y otros valores democráticos, es muy importante la autoridad. Así como el respeto a la Ley.

Las autoridades que representan los poderes del Estado deben ser respetuosas de las leyes. Cuando ellos las violan o las interpretan a sus propios intereses,  que es lo mismos violarlas, en la mayoría de los casos, dan el mal ejemplos para que los demás, ya sean autoridades de niveles inferiores o el ciudadano común también lo haga o lo intente hacer.
Todos estos, más otros factores adversos, suman y generan la inseguridad que vivimos.
 Se debe empezar por las autoridades, son los primeros responsables de generar el marco adecuado para buscar revertir la inseguridad. Cuando ellos empiecen a cambiar y demostrar interés hacia el bienestar de su pueblo, la ciudadanía también va a cambiar de actitud, habrá mayor participación que favorecerá al esfuerzo general y vamos a empezar un proceso ciudadano diferente, habrá más solidaridad en las calles, más empeño en el quehacer cotidiano y podríamos entonces  empezar a construir un país diferente como el que anhelamos los paraguayos.

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