Seguridad ciudadana
La seguridad es un valor esencial para el sosiego espiritual de la ciudadanía. Sin embargo, nos angustian los sucesos delictivos que a diario nos sorprenden y vivimos quebrantados por la familia por si sea víctima de delincuentes con reincidencias, sueltos en las calles, y hasta sentimos la impresión de que ni la presencia de los agentes del orden público puede darnos la certeza de la seguridad.
Hay una cuestión que hace a las operaciones de la Policía que creo merece un análisis: Los ciudadanos presumimos que la Policía en cumplimiento de su misión debe llevar adelante la operaciones con procedimientos que deben estar respaldados por leyes, doctrinas, reglamentos y órdenes. Las cuestiones de seguridad ciudadana son complejas y muy sensibles. Nada se debe dejar al azar.
Las iniciativas de los hombres que actúan en cumplimiento de una misión pueden ser muy peligrosas, porque el teatro de operaciones lo constituyen ámbitos públicos donde existe voluminosa presencia de personas que están en la mayoría de las veces desprevenidas. Vayamos al ejemplo de lo que sucedió con el joven requintista encarnaceno: Se ordena un corte de camino para cumplir determinada misión.
¿Hubo un planeamiento antes? ¿Existía una orden por escrito como consecuencia? ¿Cuáles fueron las hipótesis para ese planeamiento? ¿Hubo orden de la central de operaciones o de la autoridad que ordenó la barrera para que el personal tomara la acción de una conducta operativa para perseguir a los jóvenes que trataron de eludir la barrera? ¿La probabilidad de tomar acciones secundarias era parte del planeamiento o fue una decisión por simple iniciativa de la autoridad destacada y su grupo? Todos estos interrogantes son parte de una misión operativa. Cuando se cometen errores significativos que causan perjuicio o grave daño a la operación, evidencia que existe grave negligencia por no tomar recaudos doctrinarios que son elementos que se deben conocer en profundidad y debe constituir una responsabilidad suprema de la autoridad competente.
Se podrá argumentar que la policía, a diferencia de los militares, está permanentemente en acción y que, por lo tanto, la burocracia operativa perjudica su rapidez y aun la flexibilidad. En cambio, existe la posibilidad de que los planes, órdenes y los procedimientos sean padronizados a base de la doctrina y la propia experiencia institucional.
Ninguna operación policiaca, por más urgencia debe salir sin una orden por escrito y firmada por el superior responsable de la misión. Los planes operativos deben ser preparados con antelación por el oficial responsable de la Sección de operaciones en base a una o varias hipótesis que pueden variar de una zona a otra y además debe contener conductas, o sea, las variables operativas. Ninguna patrulla policial debería salir a la calles sin el jefe de patrulla que siempre debe ser un personal de suficiente antigüedad y con autoridad reconocida para tener la ascendencia necesaria sobre el grupo.
Una orden de operaciones puede facilitar no solamente el cumplimiento exitoso de la misión, sino puede facilitar la investigación posterior de los hechos que provocaren algún daño a la ciudadanía ya sea por negligencia operativa o por falta de idoneidad profesional.
Debemos aprender de los países más adelantados. La Policía con funciones de orden público debe portar siempre armas cortas. Ojalá nunca suceda que a un oficial o suboficial con arma larga y automática se le escape una ráfaga en la calle con gente desprevenida. Por eso en otros países se crea un grupo de apoyo que sí tiene armas largas automáticas y lo que sea necesario y acude en apoyo a la misión según la situación.
Es muy importante que el personal policial se capacite y se actualice en todo lo que se relacione con su misión. Tal vez la falta de tiempo sea un obstáculo, pero puede hacerse a través de talleres calendarizados ya para el año en curso.
Ángel Penayo
La seguridad es un valor esencial para el sosiego espiritual de la ciudadanía. Sin embargo, nos angustian los sucesos delictivos que a diario nos sorprenden y vivimos quebrantados por la familia por si sea víctima de delincuentes con reincidencias, sueltos en las calles, y hasta sentimos la impresión de que ni la presencia de los agentes del orden público puede darnos la certeza de la seguridad.
Hay una cuestión que hace a las operaciones de la Policía que creo merece un análisis: Los ciudadanos presumimos que la Policía en cumplimiento de su misión debe llevar adelante la operaciones con procedimientos que deben estar respaldados por leyes, doctrinas, reglamentos y órdenes. Las cuestiones de seguridad ciudadana son complejas y muy sensibles. Nada se debe dejar al azar.
Las iniciativas de los hombres que actúan en cumplimiento de una misión pueden ser muy peligrosas, porque el teatro de operaciones lo constituyen ámbitos públicos donde existe voluminosa presencia de personas que están en la mayoría de las veces desprevenidas. Vayamos al ejemplo de lo que sucedió con el joven requintista encarnaceno: Se ordena un corte de camino para cumplir determinada misión.
¿Hubo un planeamiento antes? ¿Existía una orden por escrito como consecuencia? ¿Cuáles fueron las hipótesis para ese planeamiento? ¿Hubo orden de la central de operaciones o de la autoridad que ordenó la barrera para que el personal tomara la acción de una conducta operativa para perseguir a los jóvenes que trataron de eludir la barrera? ¿La probabilidad de tomar acciones secundarias era parte del planeamiento o fue una decisión por simple iniciativa de la autoridad destacada y su grupo? Todos estos interrogantes son parte de una misión operativa. Cuando se cometen errores significativos que causan perjuicio o grave daño a la operación, evidencia que existe grave negligencia por no tomar recaudos doctrinarios que son elementos que se deben conocer en profundidad y debe constituir una responsabilidad suprema de la autoridad competente.
Se podrá argumentar que la policía, a diferencia de los militares, está permanentemente en acción y que, por lo tanto, la burocracia operativa perjudica su rapidez y aun la flexibilidad. En cambio, existe la posibilidad de que los planes, órdenes y los procedimientos sean padronizados a base de la doctrina y la propia experiencia institucional.
Ninguna operación policiaca, por más urgencia debe salir sin una orden por escrito y firmada por el superior responsable de la misión. Los planes operativos deben ser preparados con antelación por el oficial responsable de la Sección de operaciones en base a una o varias hipótesis que pueden variar de una zona a otra y además debe contener conductas, o sea, las variables operativas. Ninguna patrulla policial debería salir a la calles sin el jefe de patrulla que siempre debe ser un personal de suficiente antigüedad y con autoridad reconocida para tener la ascendencia necesaria sobre el grupo.
Una orden de operaciones puede facilitar no solamente el cumplimiento exitoso de la misión, sino puede facilitar la investigación posterior de los hechos que provocaren algún daño a la ciudadanía ya sea por negligencia operativa o por falta de idoneidad profesional.
Debemos aprender de los países más adelantados. La Policía con funciones de orden público debe portar siempre armas cortas. Ojalá nunca suceda que a un oficial o suboficial con arma larga y automática se le escape una ráfaga en la calle con gente desprevenida. Por eso en otros países se crea un grupo de apoyo que sí tiene armas largas automáticas y lo que sea necesario y acude en apoyo a la misión según la situación.
Es muy importante que el personal policial se capacite y se actualice en todo lo que se relacione con su misión. Tal vez la falta de tiempo sea un obstáculo, pero puede hacerse a través de talleres calendarizados ya para el año en curso.
Ángel Penayo
29 de Agosto de 2011 00:00
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